En el corazón de la colonia Juárez, Long Story Short se posiciona como un espacio íntimo donde la música, la narrativa y los sabores se entrelazan para crear una experiencia personal, casi cinematográfica. Ubicado discretamente en un local subterráneo sobre Florencia 51, este bar parece un secreto bien guardado. Desde que bajas las escaleras, el ambiente te envuelve: luces cálidas, mobiliario elegante y una vibra que mezcla lo vintage con lo acogedor. No es un bar para perderse en la multitud; es un lugar para conversar, conectar y disfrutar sin prisas. La música es protagonista silenciosa. En lugar de estridencia, aquí hay curaduría: funk, disco, rock setentero, algo de indie. El volumen justo para animar, sin matar las charlas. Las mesas están dispuestas como si fuera el living room de alguien con buen gusto y mejores tragos. El espacio es reducido, sí, pero eso forma parte del encanto. Si vas en pareja o en grupo pequeño, la experiencia puede sentirse casi privada. Lo que distingue a Long Story Short no es solo la técnica detrás de la barra, sino el enfoque narrativo de su carta. Cada cóctel tiene inspiración propia, ya sea en personajes, canciones o momentos culturales. Otro acierto es que la comida no es solo acompañamiento. La chef Ximena Aréchaga diseña una carta corta pero sabrosa, ideal para maridar sin restar protagonismo a los tragos. Hay sliders, patatas bravas, crudos, tartares, y pequeños platillos que funcionan perfecto para compartir. Long Story Short no es un bar de fiesta ni de shots al hilo. Es un refugio para quienes disfrutan de la coctelería con intención, las conversaciones largas y los detalles cuidados. Ideal para una cita, una celebración íntima o simplemente para cerrar el día con un buen trago en la mano y buena música de fondo.